jueves, 15 de diciembre de 2011

Nuestra primera pelea

Creo que tengo bastante paciencia. Bueno, depende de con quién, con qué y cuándo. Pero, en general, puedo decir que vine a este mundo con una cuenta corriente de paciencia bien llenita.
Hasta ahora con Plastilina esa cuenta me ha estado funcionando. Que la acababa de lavar, cambiar y vestir cuando se le ocurría hacer cosas en el pañal? Pues nada, con una sonrisa y un beso al cambiador. Que se despertaba por cuarta vez en menos de dos horas justo cuando yo empezaba a conciliar el sueño? No problem, le daba el pecho con amor o le daba arrumacos o lo que hiciera falta para que la pobre se volviera a dormir. Que sólo quería estar en mis brazos? Qué linda! Cuánto me quiere! Pues nada, se la agarra y con la mano libre se hacen malabares con el tenedor.
Y así iba, pagando y pagando de mi inagotable fuente de paciencia hasta que...sorpresa! la semana pasada, cuando echaba mano de esa cuenta...no encontré nada. Esto provocó un cruce de cables con el consiguiente cabreo con Plastilina.
Cuando los humos se apagaron me sentí fatal porque allí estaba yo aún echando chispas por la boca y allí estaba ella, sonriéndome, como si tal cosa. Como si no le hubiera acabado de pegar un buen grito. Y me sentí fatal.
Por mucho que mi cabeza me dijera que es normal, que todo tiene un límite, que no he sido la primera ni la última madre que se desquicia por "una tontería" no pude evitar sentirme como la peor de las peores.

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