martes, 23 de agosto de 2011

Durmiendo solita

He leido que los bebés no pueden dormirse solos y que, por eso, hay que ayudarles. Para ello hay un sinfín de consejos: que si no los agarres, que si no los muevas, que si no les hables, etc y , por supuesto, están los consiguientes "contraconsejos", es decir, lo contrario de los consejos anteriores. Con lo cual me he quedado casi igual que al principio: sin saber qué hacer.
Ante esto he pensado en probar varias cosas a ver cuáles funcionan. Unas han dados mejores resultados que otras pero todas ellas tenían el mismo resultado: Plastilina acababa dormida pero siempre con ayuda.
Y hoy...sin hacer nada en especial...ta chán! Se ha dormido ella mismita sin mi ayuda. Lo único que he hecho ha sido ponerla en la cuna (un poco inclinada para que le duelan menos los gases), darle cuerda a un muñeco que toca una nana y ...me he ido de su cuarto. Al ratito he pasado para ver qué hacía y esta dormidita. Y eso mismo ha pasado dos veces!! Será casualidad? Será que está cansada? O será que hoy he tenido suerte?

jueves, 18 de agosto de 2011

En busca de una báscula

En España a los bebés se les pesa en las farmacias. En cada una hay una báscula tanto para los más pequeños como para los grandes. Así que cuando quise saber cómo iba Plastilina de peso me dirigí a la farmacia más cercana, busqué la báscula y , al no encontrarla pregunté. Me dijeron que no tenían. Bueno, pues a probar en otra. Tampoco. En una tercera fue donde me informaron de adónde podía acudir: al centro de asesoramiento maternal.

Donde vivo hay bastantes y tienen muy buenos horarios pero, como es verano, muchos están cerrados o tienen horarios reducidos. Al final, después de buscar y buscar encontré uno abierto en agosto y allá que fuimos.

En dicho centro hay dos trabajadoras sociales y una doctora. La visita es gratuita y, además de hacerle una pequeña revisión a los bebés, te pueden aconsejar sobre cualquier problema/duda que tengas.

Y...por fin nos enteramos del peso y del ganador de la apuesta (si, habíamos hecho una para ver quién adivinaba el peso). Chico fue quien más se acercó porque dijo 3.600 gramos y Plastilina pesa ya 4.100!! Y ha crecido 3 centímetros. La verdad es que me dejó un poco impactada. Sé que está más grande pero nunca hubiera dicho que ha crecido tanto.

Ahora ya no tengo dudas de que mi leche la alimenta y de que no necesita nada más.

jueves, 4 de agosto de 2011

Consejos, traumas, síndromes y otras cosas.

Ahora entiendo más el dicho de " sólo sé que no sé nada" y estoy empezando a pensar que la ignorancia, después de todo, no es tan mala.
Cuando supe que esperaba un bebé comencé a leer sobre el embarazo, el parto, la lactancia, etc. No es que estuviera devorando cualquier artículo que pasara por mis manos pero sí que, ante alguna duda o curiosidad, recurrí a internet para aclarar dudas.
Además de eso hay que contar con los consejos que, las ya mamás, tan alegremente van regalando. Después vinieron los profesionales quienes, con sus títulos académicos y sus años de experiencia, añaden su gota al ya vaso rebosante de desconcierto.
Por qué desconcierto? Porque llega un punto en el que no sabes nada. O, mejor dicho, sabes tanto que no sabes qué hacer. Es como cuando vas a un restaurante y la carta es tan extensa que te cuesta decidirte.
Pues cuando tienes un bebé igual. Sólo que, en este caso, hay que añadirle las consecuencias nefastas que puede tener una falsa elección: traumas, complejos, desórdenes, dinfunciones, etc.
Por ejemplo: si le das chupete en las dos primeras semanas (aunque algunos dicen que antes de las cuatro) puede que el bebé luego tenga algo a lo que aquí se le llama "confusión chupatoria". Sí, suena muy divertido, pero consiste en la criatura no sepa luego coger el pecho y, por tanto, le cueste mamar.
Luego está el tema de la crema: no le pongas crema porque la piel debe aprender a regenerarse sóla. Muy bien, y si mi nena tiene el culete rojo? Qué hago? Espero a la autoregeneración?
Tampoco hay que olvidar los brazos. No los suyos no, los tuyos, es decir, los de la madre. Porque si coges al bebé muchas veces se puede acostumbrar pero, por otra parte, si no siente el contacto con su madre puede que luego sea un antisocial que duerme mal, come mal y llora mucho.
En fin, que la maternidad no ha hecho más que empezar (a penas hace doce días) y ya tengo una lista de pros y contras para casi todo con una presión añadida enorme porque...depende de la elección que se haga mi hija podría salir una psicópata, con dientes torcidos y poca sensibilidad corporal.

martes, 2 de agosto de 2011

Conociendo a Plastilina

Plastilina es muy tranquila. Duerme mucho, mama aún más y no suele llorar. Estos días son de adaptación y todos estamos intentando conocernos un poco más.
Por ahora sé de ella que:
  • no lo hace mucha gracia que la cambien. Suele llorar cuando le cambiamos el pañal o la ropa. Hacemos bromas diciendo que es porque es muy vergonzosa y no le gusta que la vean desnuda.
  • suele dormir con las manos a ambos lados de la cabeza, como si bailara ballet.
  • se duerme casi al momento cuando toma el pecho y tengo que estar espabilándola para que siga mamando.
  • no controla mucho eso de echar los gases y aunque la pongo en mi hombro y le doy palmadas pocas veces suelta un erupto.
  • tiene mucho hipo y no le gusta nada porque suele llorar cuando no se le quita al momento. Entonces la tomo en brazos y le doy un poco el pecho. Así se calma y se le quita antes.
  • a eso de las 6 o 7 de la tarde se pone un poco más penosa y es más difícil que se duerma.

Plastilina ya llegó!

El día 21 de julio Plastilina decidió que ya era hora de salir. Y lo decidió de pronto. Sin más. 
El día anterior, a eso de las tres de la mañana me desperté porque no podía dormir. Me senté en la cama y me puse a leer. En ese momento noté algo raro así que fui al baño y vi que había echado algo que yo indentifiqué como el tapón mucoso. Por más vueltas que le di no logré acordarme de cuándo se supone que empieza el parto una vez que has expulsado dicho tapón. Busqué en internet pero no logré dar con la respuesta y eso que la había leido hacía poco. Así que, me volví a acostar e intenté dormir.
Al dia siguiente mi madre, mi sobrina y yo estuvimos comiendo con unas amigas. Al final de la comida empecé a sentirme incómoda por estar sentada así que pensé en ir a casa a dormir un poco de siesta. En el camino, a pocos minutos de mi piso, rompí aguas. Fue de película. En menos de un segundo estaba totalmente mojada y aquello no paraba de gotear.
En cuanto llegué a casa llamé a mi Chico y le dije que me iba al hospital porque el parto estaba ya en camino. Me duché rápidamente, metí un par de cosas más en la bolsa del hospital y nos fuimos caminando para allá.
Decidí ir andando porque está muy cerca (unos quince minutos) y porque sabía que una vez que llegara allí me mandarían caminar.
Una vez en el hospital y ya realizado el ingreso me mandaron a una habitación donde una matrona me dio un camisón y me pidió que me cambiara. No sabía si me iba a quedar allí o si luego tendría que cambiarme de habitación para ir al paritorio.
La matrona me puso los monitores para controlar que todo estuviera bien con Plastilina. Después vino un médico que me tomó un par de datos (enfermedades, alergias, historial del embarazo, etc) y que volvió a irse.
En ese momento llegó mi Chico. El pobre había venido corriendo con la bici y llegó sudando. 
La matrona me inspeccionó y me dijo que tenía un centímetro de dilatación así que aún quedaba un buen rato. Una vez que me quitaron los monitores me recomendó que saliera a caminar y que la avisara en una hora para ver cómo iba la cosa. Ah, también nos informó de que aquella habitación tan mona era el paritorio. Bueno, con ese nombre yo me había imaginado algo más frío y aséptico y no una habitación con un banco, mesa, sillas, ordenador, lavabo, etc.
Hablé con mi madre y mi sobrina les dije que lo mejor que podían hacer era irse a casa ya que aquello iba para largo. En el curso de preparación nos habían dicho que primero debía tener contracciones cada diez minutos durante un par de horas y que, a partir de ahí, podía durar entre 15 y 25 horas. Y como yo no tenía contracciones ni molestias...me imaginaba que sería un parto lento. 
Ellas insistieron en quedarse así que dimos un par de paseos por el pasillo. Mi madre no me dejó bajar a la cafetería ni salir de la planta. Así que fui pasillo arriba y abajo durante un buen rato. 
A eso de las tres o quizás más tarde empecé a sentir algo que identifiqué como las famosas contracciones. Eran algo muy suave, como cuando se tienen gases, y venían de forma muy esporádica. Intentamos cronometrarlas pero no eran regulares y era difícil llevar una cuenta.
Una hora después la matrona volvió a ponerme los monitores y me confirmó que todo iba muy bien y que el bebé estaba perfectamente. Entonces llegó un médico y me puso antibióticos via intravenosa. Al parecer hay riesgo de infección cuando se ha roto aguas. 
Para entonces ya notaba como las contracciones eran un poco más fuertes y al conometrarlas vimos que venían cada dos minutos y medio y que duraban unos 40 segundos. Chico, móvil en mano, me iba avisando de cuándo llegarían. Era como una marcha atrás hacia el dolor que me asustaba y a la vez me ayudaba: podía ir preparándome para cuando llegaran.
Salí a hablar con mi madre y mi sobrina y les dije que tenían que irse a casa pues eran las 6 de la tarde, la sala había apagado las luces, y yo aún tenía un largo camino por delante. Pero las muy cabezotas dijeron que aún se quedaban un poco más. Yo intenté aguantar con ellas un rato pero estaba muy incómoda y empezaba a tener sueño así que me despedí y me fui a la habitación para tumbarme.
Casi al momento llegó la nueva matrona y me preguntó si quería irme a la bañera para dilatar.Y eso hicimos. La bañera es más un jakuzzi que otra cosa porque era enorme, redonda y con una escalerilla para entrar. La matrona había puesto música relajante y unos aceites aromáticos así que aquello parecía que iba a ser una sesión de spa.
Nada más lejos de la realidad...empezó todo muy bien, el agua caliente, la música, el olor...casi pensé que podría echarme una siesta pero no fue así porque las contracciones empezaron de verdad. Chico estaba sentado en una silla, con el portátil viendo la tele y a la vez con el móvil controlando las contracciones.
Estas eran cada vez más fuertes y cada vez se parecían menos a cualquier dolor que hubiera tenido hasta entonces. Lo bueno de estar en el agua, además de la temperatura agradable, es que puedes moverme con mucha más facilidad y encontrar la postura más cómoda cuando te viene el dolor. Y entre una contracción y otra tienes unos pocos segundos para relajarte y tomar fuerzas para la siguiente.
A estas alturas yo ya había empezado a gritar y me alegré de haber visitado el curso de preparación al parto porque puse en práctica algunas de las cosas que nos enseñaron. Lo que más me ayudó fue ir dejando salir el aire de una forma lenta a través de una "a" larga. Es decir, cuando venía la contracción yo gritaba " aaaaaa" concentrándome en dejar salir el aire lenta y constantemente en lugar de gritar de forma descontrolada.
Una hora después vino la matrona y me ayudó a salir del agua. Me sequé, me puse el camisón y la habitación a seguir dilantando. Los monitores dejaban ver que la niña estaba perfectamente y que las contracciones eran cada vez más intensas pero no tan regulares como hasta entonces.
En las siguientes horas la matrona fue de una ayuda incréible porque me animaba mucho, me decía que gritara con más fuerza, me trajo pastillas homeopáticas para el dolor y aceite para un masaje en la espalda y, sobre todo, me dio muchos consejos sobre formas de dilatar. Así que probé:
  • sentada en la bola de gimnasia, apoyándome en almohadones que Chico sujetaba y agarrándome a un paño colgado del techo cada vez que venía una contracción.
  • de pie, apoyándo la parte superior del cuerpo en la cama. Esta no me gustó mucho porque me cansaba las piernas y me daba mucho dolor de espalda.
  • de pie, agarrada a Chico, él sujetándome y yo dejándome caer cada vez. De esta forma hacía fuerza con los brazos y el estómago pero no con las piernas.
  • sentada a cuatro patas en la cama, con la cabeza hundida en la almohada (así mis gritos, ya ensordecedores, podían quedar un poco amortiguados)
Esta fue la postura de la fase casi final del parto. Ah, tengo que decir que a eso de las 10 ya tenía 7 centímetros de dilatación y que la matrona incluso me preguntó si había estado haciendo acupuntura porque el parto iba muy rápido. En esos momentos que te echen unas cuantas flores se agradece.
Y bueno, al final me dijo que me girara, que me sentara en la cama y que me agarrara al paño con cada dolor. Hasta entonces había estado muy segura de poder lograrlo pero en las últimas contracciones hubo un momento en el que pensé que aquello no acabaría nunca y que no sería capaz de traer al mundo a Plastilina.
Tengo que decir que en esta fase la matrona no era la única presente ya que, de pronto, habían aparecido dos mujeres más. Una, creo, era una practicante, y la otra una doctora. Se supone que los doctores sólo vienen cuando el parto no va del todo bien así que no sabía por qué, de pronto, ella estaba presente. La oí decir algo de ventosas o de usar un tipo de ayuda y eso me hizo sacar fuerzas para que Plastilina viniera al mundo de forma natural y sin problemas.
Y así fue. A las 00:33 vino. Y con su llegada, de pronto, se fueron todos los dolores y un alivio inmenso me llenó. La limpiaron rápidamente y al momento me la pusieron en el pecho. Su piel estaba caliente, arrugada y un poco pegajosa. Tenía una densa mata de pelo oscuro y toda ella era pequeñamente perfecta.
No recuerdo muy bien cuáles fueron las primeras palabras que le dije pero sé que mi voz fue suave, llena de alegría y de felicidad. Chico estaba a mi lado y dijo que era preciosa. Y los dos nos reímos.
Dicen que los recién nacidos tienen los cinco sentidos despiertos y activos y que pasará un tiempo hasta que vuelvan a tenerlos así. Que ven, oyen, huelen...que perciben cada detalle de lo que pasa a su alrededor. Y que hay un momento en el que te miran y es como si te reconocieran.
A mí me dio totalmente esa sensación porque ella hacía esfuerzos por mirar hacia arriba y de pronto nuestras miradas se encontraron y, de verdad, que sentí esa conexión entre las dos. Como dos personas que se conocen bien pero llevan tiempo sin verse y de pronto se reencuentran y basta con mirarse a los ojos para decirse miles de cosas.
Casi al momento empezó a buscar el pecho y Chico y yo nos reímos mucho viéndola buscar. Era como jugar a frío o caliente. Tardó poco en dar con lo que buscaba y una vez que lo encontró lo agarró con gana y se puso a mamar.

Mientras le daba de mamar notamos que su respiración sonaba un poco fuerte, como si le costara trabajo tomar aire, la enfermera se la llevó, con Chico pegado a ella, para limpiarle la nariz y al momento me la volvieron a traer.

Nos quedamos los tres allí, con luz ténue, oyendo como Plastilina mamaba. Fue un momento hermoso, lleno de alegría y ternura. Y es cierto lo que dicen, después de dar a luz no se tiene sueño sino que una se siente llena de energía, como si hubiera tomado una bebida energética. Lo que menos me apetecía era dormir y lo que más mirar cada detalle de Plastilina.

A eso de las tres de la mañana nos subieron a planta y Chico tuvo que irse a casa. Plastilina y yo nos quedamos juntas en la cama. Ella dormida y yo, con los ojos como platos, comprobaba cada dos por tres que ella respiraba. Así pasamos la primera noche.