martes, 8 de abril de 2014

Hablando en dos idiomas

Una de las cosas que más me fascina de observar en el desarrollo de Plastilina es el habla. Desde hace unos meses sus dotes comunicativas no paran de crecer: su vocabulario pasivo y activo aumenta por días, su pronunciación cada vez es más clara y las frases van siendo más largas y complejas. 
Por ejemplo, hasta hace un par de días conjugaba mal algunos verbos y decía " yo tome" o "yo hace". Primero intenté corregirla diciéndole "yo tomo" pero claro ella me contestaba "no, tu no tomas yo toma". Lo cual nos llevaba a una discusión de besugos. Pronto opté por dejar esta técnica y pasé, simplemente, a no decirle nada. Y eso ha funcionado mejor porque en estos días he notado como, de pronto, ya lo dice bien.

Otra de las cosas que también me tienen embobada es el caso del bilingüismo. Reconozco que este tema me tiene un poco obsesionada. He visto tantos casos en los que los hijos de migrantes terminan por hablar sólo el idioma del país donde viven que me da miedo que Plastilina no acabe hablando español. Porque todo el mundo me dice que es una suerte que crezca con dos idiomas y que no me preocupe que los hablará los dos perfectamente pero la realidad es que la mayoría de hijos de migrantes que conozco o no hablan nada de español o lo chapurrean malamente.

Para mí es primordial que Plastilina entienda y hable mi lengua porque es un vehículo de comunicación con mi familia. No quiero que, el día de mañana, vayamos a España y yo tenga que estar haciendo de traductora. Quiero que pueda hablar por teléfono con su abuela y sus tíos y que cuando esté allí se sienta cómoda usando el español. 

Por suerte Chico está muy concienciado con este tema y quiere tanto como yo que Plastilina hable los dos. El le habla en alemán y yo en español y como ambos conocemos bien el idioma del otro podemos tener una conversación de esta forma sin problemas. 

Y es, de verdad, increible como mi niña pasa de una lengua a la otra dependiendo de a quién se dirija. Además ya está empezando a darse cuenta de que papá y mamá llaman a las cosas por distintos nombres. Hace un par de días se enfadaba porque insistía en que yo dijera "Papagei" y no "loro". Ayer, sin embargo, me contaba muy contenta como papá no dice "Cenicienta" sino "Aschenputtel".

Esta semana vamos a España y estoy deseando que mi familia disfrute de su cháchara constante y divertida. Y, lo reconozco, podré presumir un poquito de mi chiquitilla.


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